A principios del siglo 19, Chile se abrió a la música de los compositores extranjeros, especialmente los que estaban asociados al romanticismo europeo. Desde ese momento, es posible evidenciar la influencia de la tradición romántica europea en la propia identidad musical chilena. Este álbum hace una búsqueda musical de los rastros que la conexión entre el estilo musical europeo tiene con la música folclórica, nostálgica y patriótica de Chile.
En la literatura, la pintura y la música, el Romanticismo iluminó las características únicas de cada país y de su gente, y los viajes entre países disolvieron simultáneamente las reglas tradicionales de demarcación artística. El individuo se convirtió en uno de los focos de atención, permitiendo que se hiciera preguntas sobre su propia identidad y sus orígenes. Además, la música folclórica fue reconocida a sí misma con un valor único y logró insertarse en el ámbito de la alta cultura. Tanto científica como artísticamente, la naturaleza fue percibida de nuevo como un espacio para una nueva exploración, y este descubrimiento del paisaje abrió nuevas perspectivas, ya que el vagabundeo intencionado se vio impulsado por la necesidad de descubrir e intercambiar ideas. Esta búsqueda no se limitó a un solo continente, pues el artista trotamundos es una encarnación transnacional de la visión romántica del mundo ante la vida.
Este álbum presenta a tres de estos trotamundos que contribuyeron a la formación de la identidad musical nacional de Chile: Santiago Heitz, Federico Guzmán y Guillermo Deichert. Como compositores, cada uno de ellos logró crear su propio estilo musical a partir de elementos de las tradiciones musicales chilenas y europeas.